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Pretty Woman.


Hace un día fantástico, sol, buena temperatura. Cojo el descapotable y me voy a dar una vuelta, donde sea, pero con la capota bajada. Llamo a unos amigos y nos decidimos por una paella para tres en el paseo marítimo. He escogido un vestido veraniego, a topos, que me recuerda a aquel de Julia Roberts en “Pretty Woman”, y es que las modas vuelven. Me gusta ir femenina cuando me apetece y me gusta ponerme la ropa más vieja y desgastada cuando quiero estar cómoda. Pero hoy toca estrenar mes de Junio, o despedir mes de Mayo, la cuestión es que siempre algo que acaba da paso a algo que inicia su camino. Y todo esto me lleva a recordar otra película de la Roberts, creo que fue en “La Boda de mi Mejor Amigo” donde ella está hundida, llorando en el pasillo de un hotel (no voy a decir el motivo, por aquello de no hacer spoiler) y el trabajador del hotel (mira que siempre en las películas de la Roberts hay uno que conecta con ella, o un camarero) que la ve, se para y acerca a ella para acabar diciéndole algo así como que sea lo que sea todo pasa, incluso eso. Y me pareció una gran frase dentro de una... película de la Roberts, que no es que sean grandes pero taitantos años después y ahí seguimos hablando de ellas. Y es cierto, porque todo pasa, y solo hace falta un poquito de tiempo, y ver las cosas con la perspectiva que la distancia te brinda. La paella estaba deliciosa, el vino, fresquito. Una tarta de queso de postre (para mí la operación biquini es evitar comprarte uno nuevo cuando aún no estás morena, esas luces del probador son el peor enemigo de las ventas) y el café. El camarero pasa de largo, éste no conecta conmigo, me planteo cambiar de rubia a pelirroja, el vestido de topos ya lo llevo. Al final es a otro al que le pedimos los cafés. Y como no hay ni leche de soja ni de avena al final opto por un carajillo de Baileys, mis amigos se ríen porque realmente paso de un extremo a otro. Al final el camarero que nos sirve es aquel otro, con el que no conecto, sirve los cafés sin preguntar y a mi me planta el poleo menta. Y por un momento me pregunto si acaban de estrenar “Pretty Woman” y yo no me he enterado y creo que vivo en el siglo XXI cuando en realidad son los 90. Alzo la mano para pedirle por favor la cuenta, se acerca, de reojo mira el carajillo y supongo que piensa que me han dejado un sorbo, desliza ese platito con pinza para que la nota no se escape (la brisa marina, efectivamente, a veces es traicionera) frente al hombre que cree va a hacer frente a la cuenta. Sonrío, miro a mi amigo, ya sabe de qué va el tema, y suelto un hoy me toca a mí, a la próxima ya nos invitarás tú. El camarero se había quedado con la pregunta en la boca de con tarjeta o en efectivo, a lo que le respondo, que con tarjeta y si encuentro suelto (y él unos chupitos gentileza de la casa) se llevará una buena propina. Y espero que también una lección, o por lo menos que tenga claro que en el siglo XXI las mujeres también pagamos la cuenta.

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