Odio los lunes, pero sobre todo, O D I O a mi jefe, así, en alto, con todas sus letras. Este último embarazo le ha sentado fatal, bueno, a decir verdad, a mí también, no contaba con ello, con dos tenía suficiente. Pero es lo que hay, creía que tenía una especie de menopausia precoz (vale, aún soy joven, bueno, para eso sí) y lo que tenía era una falta como una catedral. A Jaime no sabía cómo contárselo, al final pensé que lo mejor sería hacerlo en un entorno cómodo, relajado, le pedí a mi hermana que se quedara con los niños el sábado a dormir (quién sabe cuándo podría volver a repetir semejante hazaña). Así que reservé mesa en un restaurante de esos que buscas en Internet como romántico, tranquilo, íntimo… ¿y en qué momento se lo iba a decir? “Oh sí gracias, yo me pediré una ensalada tibia de setas y de segundo un bacalao con base espumosa al pil pil, ah, y de beber agua…” ¿AGUA? No, mal, no iba a poder tomar agua en una cena romántica, así que pedí vino y con eso de que era
Todo empezó en un semáforo. No soy rubia, no tengo un descapotable pero hago las croquetas como las de mi madre. Me gusta escribir. Reírnos de nosotros mismos nos mantiene locos en un mundo de cuerdos.