Dejó la puerta de la jaula abierta esperando que escapara. Huye, huye y sé libre, tú que puedes, le decía. Pero el maldito pájaro únicamente se limitaba a canturrear como respuesta. Ese pio pio que se le metía en la cabeza y no le dejaba pensar en nada. Hacía ya una semana que Elisa se había marchado y la casa parecía una pocilga. No porque ella fuera una hacendosa ama de casa, más bien al contrario. Era él el que se ocupaba de comprar, limpiar y cuidar de los niños. Pero ya no había ni rastro de Elisa ni de sus hijos. Se fue a dormir dejando la jaula en el balcón. A pesar de ser invierno creyó que cuando notara, oliera la libertad, entonces sí que volaría. Debería ser aún temprano cuando el pio pio le despertó. Había olvidado cerrar la puerta del balcón, pero ya ni sentía ni padecía y el frío se le antojaba un buen compañero; tampoco había bajado las persianas y un tímido sol iluminaba la estancia. Maldito pájaro, pensó. Su desayuno había pasado a consistir en una cerveza y un
HAMNET Maggie O’Farrell (Libros del Asteroide, 2020) Hay libros que cuando los acabo requieren de un duelo. Suelen ser aquellos con los que, tras leer su última página, suelto un suspiro seguido de un « yo quiero escribir así » . Necesito, entonces, un tiempo para desprenderme de los personajes poco a poco, asimilar la historia, sus enseñanzas — porque toda lectura es un aprendizaje — , dejar salir para permitir entrar a unos nuevos protagonistas, conflictos, sentimientos. Hamnet es uno de esos libros. Sacude, y como madre, aún más. ¿Qué hay más terrible que sobrevivir a un hijo? Y es que no descubro nada si digo que trata sobre la muerte del único hijo varón, a los once años, de Shakespeare. Sabes que el niño muere, no hay sorpresa final, no hay efectos especiales, conoces de antemano lo que va a suceder y, sin embargo, te mantiene pegada a su lectura. O’Farrell baja el mito a la tierra y lo humaniza. Nos muestra a un Shakespeare hombre: luchador y débil, amante y repulsivo, f