Desde que empezó el confinamiento que la niña está más
estresada. Antes, cuando no se hablaba de fases ni de distancias sociales, la
llamaba y si no me contestaba sabía que era porque no podía. Quizás Matías estaría
chinchando a su hermano o Lucas habría hecho alguna de sus trastadas. O bien
descolgaba y me decía un mamá te llamo en un minuto; que bien sabíamos las dos que
se iba a convertir en un mensaje a las once de la noche. Ahora siempre me
contesta.
Cuando era pequeña decía que quería ser maestra, ¿la
recuerdas con su pizarra? Y cómo se empeñaba en explicarme el funcionamiento
del Cuponazo de Carmen Sevilla -qué guapa la puñetera-, que yo era incapaz de
entender. ¿Por qué los viernes el premio era mayor? En todo caso, ella era una
cría y acababa impacientándose.
Tengo la nuez moscada rallada -ese es el secreto en realidad-,
la harina preparada, la leche, la mantequilla, los taquitos de jamón y la
cebolla, también rallada -otro de los trucos-. Lo he hecho ya hace un rato,
Paco, cuando me he acordado de ti. ¡Ah! Y su poquita de sal y pimienta. Ya me
está llamando, a ver si esta vez atino a la primera.
- ¡Hola hija! ¿Aún no te has teñido?
- ¿Para qué mamá? Si no salgo.
- Estás guapa igualmente. Me gusta cuando te recoges el pelo en un moño, me recuerdas a Carmen Sevilla. ¿Y los niños?
- Matías está con los deberes de inglés y Lucas haciendo un puzle.
- ¿Has preparado los ingredientes como te dije?
- Sí, lo tengo todo aquí, ¿lo ves? A punto para que me expliques el secreto de tus croquetas.
- Pero si me has visto hacerlas ciento de veces.
- Ya, pero nunca por videollamada. Enfoca mamá, que estoy viendo el techo de la cocina.
A ritmo de cuchara de palo yo no callo y ella escucha. Como cuando de pequeña era ella la que no paraba de hablar y yo tenía miles de cosas por hacer. Ahora es Lucas el que aparece llorando porque dice que al puzle le falta una pieza. Y Matías, que dónde está el diccionario de inglés. Ella, con extraordinaria habilidad y sin dejar de remover la bechamel, calma a Lucas y le dice que la pieza está debajo de su cama -y está-, y a Matías que coja el diccionario del segundo estante a la derecha.
- Ahora recuerda que para freírlas el aceite debe estar bien caliente e ir dándoles vuelta y vuelta, sin dejar que se quemen por ningún lado.
- Vale.
- Y mándame luego una foto.
- Claro.
- Y de los niños.
- Mamá... hoy sería el cumpleaños de papá.
- Ochenta y dos.
Creo que liaré las croquetas mañana, hoy ya estoy cansada. Me apetece encender la tele sin mirarla. Menos mal Paco que no has visto la que hay liada. No hubieras podido salir a fumar tu purito diario a la calle. Y en la ventana no habrías podido, el vecino no está para muchas gaitas ni humos tampoco. Eso sí, cada noche a las ocho sale a aplaudir a los sanitarios, a esos a los que él llama vagos y funcionarios cuando no tiene miedo. ¿Sabes? Me paso el día revisando fotos que la niña me envía de nuestros nietos, te asombrarías al ver cómo manejo este cacharro. De perfil tengo una tuya y mía, del día de nuestra boda. Mira, ahora me ha llegado la foto de las croquetas, ha hecho cuarenta, que me lo ha dicho. A ver si a mí me salen cuarenta y dos y así seguimos sumando. Feliz cumpleaños Paco.
Relato finalista en el concurso de Zenda Libros #NuestrosMayores
Qué emotivo, qué triste, que cierto. Está muy bien. Me ha llegado
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