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Diario navideño



Martes, 24 de diciembre de 2019


Desde la ventana de la habitación 202 del hospital veo el ir y venir de gente celebrando las fiestas. Yo no puedo dormir. El sillón parecía cómodo la primera noche, no tanto la cuarta. El pronóstico es grave y reservado; los médicos no se aventuran a asegurarme si me comeré las uvas aún como casada o pasaré a ser la primera viuda del año. Es curioso cómo destacamos la llegada a este mundo, pero en cambio silenciamos la muerte. No me imagino las noticias del 1 de enero diciendo y además el primer muerto del año ha sido… Y es que cuando lloramos la pérdida de algún ser querido o amigo en parte lloramos también por nuestra propia y futura muerte, lejana o no, pero certera. Mis pensamientos son interrumpidos únicamente por el cacharro ese como se llame de respiración asistida. En realidad ha pasado a ser un sonido habitual, como un hilo musical. Ya no interrumpe, acompaña.


Domingo, 29 de diciembre de 2019


He hecho amistad con la mujer de la habitación de enfrente. La tuvieron que operar de urgencias de una rotura múltiple en la pierna, esquiando, que ella no quería ir pero los niños insistían tanto… Tiene tres. El mayor ha empezado la Universidad y parece que sale con alguien, el mediano es un experto en mates, pero un desastre en comprensión lectora, y el pequeño aún cree en los Reyes Magos. Le conté que nosotros lo habíamos estado intentando durante años, lo de tener hijos, que nos planteamos incluso adoptar, porque las clínicas de fertilidad eran carísimas y nuestros sueldos tampoco daban para tanto. Al final nos compramos una perra. Parece grotesca la comparativa, pero fue así. Laika es un nombre poco original, lo sé, pero siempre había soñado con llegar a la luna y esto es lo más cerca que voy a estar. Estos días sin nosotros lo pasa mal, pero la vecina es un encanto y se queda con ella sin ninguna queja, hemos tenido suerte. La verdad es que cuando los hijos de mi vecina, la otra, la de hospital, vienen a visitarla, me alegro de no haberlos tenido.


Miércoles, 1 de enero de 2020


Sigo casada. La situación aún es crítica, reservada, grave y una putada. Mis riñones no pueden más con este sillón. Los hijos de la vecina, de hospital, han venido para felicitar a su madre el año nuevo. A mí me han traído una caja de bombones, parecen algo majos. Laika aúlla por las noches, la vecina, la de casa, me ha enviado un audio de Whatsapp.


Domingo, 5 de enero de 2020


Queridos Reyes Magos, ha aparecido un donante. Supongo que esta noche ibais a tener demasiado trabajo y sabíais que lo de su estado era grave, corría prisa y… Está ahora mismo en quirófano. Estoy muerta de miedo. Para mí no quiero nada. Bueno, nada material, ya me entendéis, solo que si de verdad sois mágicos lo demostréis de una puñetera vez… Perdonad, no sé lo que me digo. Aún recuerdo cuando me trajisteis la muñeca imitación de la Nancy Rockera, sí, la Mandy Salsera, no era lo mismo Melchor, o Gaspar o Baltasar, no sé quién se encargó, pero fue, cómo decirlo... una cagada. Justo ahí descubrí que no erais tan mágicos. Pero puedo hacer una excepción y volver a creer en vosotros, al fin y al cabo, es Navidad.



Lunes, 6 de enero de 2020


Enviudar y no ser la primera del año ha sido extraño, al final va a ser que no somos tan importantes. Y que la Navidad para todo el mundo ha seguido ahí fuera con sus cenas de empresa, de familia, turrones, cotillones, compras, enfados o discusiones con el cuñado… Que la vida se para entre estas insulsas paredes y que qué más da si es invierno o primavera, aquí siempre se va en pijama. Va a ser raro esto de llegar a casa sola, recoger a Laika y llorar juntas. A decir verdad, Laika no es un buen nombre. Ella, la original, fue enviada a una muerte segura, pero a ella, a Laika, la mía, la necesito. Abigail, la vecina de hospital, viene esta tarde a visitarme, es la única a la que me atrevo a explicarle que estoy embarazada.



#cuentosdeNavidad



 Relato presentado al Cuarto concurso de cuentos de Navidad, de Zenda Libros.

(la imagen es de Google)

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