Mi amiga Mónica me llamó, supe al instante, por su voz y sus
ganas de salir, que las cosas con Óscar habían mejorado, pero no le quise
preguntar. Me dijo que podríamos ir a donde yo quisiera, que ella invitaba, así
que me acordé de un lugar que un compañero de trabajo me recomendó. Eso sí,
ella invitaba, yo conducía.
El sitio realmente era espectacular, un aparcacoches
uniformado nos indicó que él se encargaba, Mónica me miró con cara asustada y
me recordó que ella invitaba a la copa, lo del coche era asunto mío. Sonreí y
pensé que quizá el servicio de aparcacoches estaría incluido en el precio de la
copa. Estábamos en pleno puerto olímpico de Barcelona, a pesar de ser sábado
por la mañana no había mucha gente en el lugar. Disponía de una gran terraza
sobre el propio mar y la brisa marina se me antojaba apetecible, así que
desistimos la idea de sentarnos dentro, a pesar de ser ya octubre el calor se
resistía a marchar. No fuimos las únicas en creerlo, alguien más estaba sentado
unas mesas más allá, en un discreto rincón, sólo vi que llevaba gorra, pero su
mesa estaba a la sombra.
Un camarero se nos acercó, no era el mismo que nos acomodó, nos
trajo la carta y un pequeño aperitivo cortesía de la casa, ¿esto también iba a
estar incluido en el precio de la copa? En la carta leí que se trataba de un
club y no entendí nada, a nosotras nadie nos había preguntado y mi compañero
tampoco me avisó, dudamos en levantarnos o no y marcharnos. Sin embargo, soy
conocedora de las dotes de actriz de Mónica, seguro que en caso de apuro,
alguna se ingeniaría, y también sentía curiosidad por el misterioso hombre de
la gorra, no le veía mucho más, ya que un enorme diario tapaba su cara, pensé
que no volvería a ver una escena así más allá de una pantalla de cine, estamos
todos tan absortos con el móvil, que esa imagen me resultó hasta entrañable. Sopesamos,
en silencio, que quizá pedir un par de
cervezas artesanales sería la opción más barata y que nos dejaría en mejor
lugar. Si un gin tonic en el barrio cuesta siete euros, aquí os podéis imaginar.
“Mr. Gere, your beer”… Ahora era yo la que se escondía tras
la carta, pero no resultó tan eficiente como el diario. Psshtt, ppsshhhttt… Mónica
a veces está un poco sorda. Cuando conseguí que me prestara atención le dije si
había escuchado lo mismo que yo. Me miró con cara de estar haciendo cálculos de
si realmente la cerveza artesanal incluiría el aperitivo o no.
-
Anda ya… ¿Cómo
va a estar Richard Gere aquí?
-
Que sí Mónica, que es él, ¿no está casado con
una gallega? O igual está de promoción.
-
¿Nos acercamos?
-
¿Para?
-
¿No te acuerdas aquella vez en la que
coincidimos con Mark Vanderloo?
-
Claro, como para olvidarlo, hasta fuimos al aseo
a retocarnos el maquillaje.
-
¡Qué tiempos! ¿Cuánto ha pasado ya?
-
Uf… era cuando estuvo casado con Esther Cañadas
y creo que no duraron ni un año.
Volví a mirar por el rabillo del ojo y descubrí que el señor
de la gorra que resultó ser Richard Gere hablaba con el camarero y nos
señalaba. Acto seguido se nos acercó y nos indicó que Mr. Gere nos
invitaba a lo que tomáramos y a sentarnos con él. Le dimos las gracias y le indicamos
que enseguida iríamos, que antes debíamos pasar por el aseo para retocarnos el
maquillaje. Así que Mónica y yo nos levantamos de nuestro asiento, coger los
bolsos no extrañó a nadie. Como aquello estaba lleno de camareros, el que nos
vio salir por la puerta no tenía ni idea de la invitación, de que no llevábamos
más de veinte euros en el bolsillo y de que, por supuesto, no éramos socias del
club. Sólo recé porque mi condición de rubia con descapotable que me había
facilitado la entrada al club, me facilitara también salir sin dar más
explicaciones, Mónica a mi lado empezaba a no poder aguantar la risa.
-
¿Nos tomamos unos gins en el barrio?
-
Por supuesto. Con los veinte euros nos da para
unos berberechos también.
No sé si de haber llevado el vestido de topos de la Roberts me
hubiera sentado con el Gere, cuando lo explicamos con el resto no se lo creen, pero yo zanjo la discusión sentenciando que a mí quien de verdad siempre me ha
gustado es Paul Newman.
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