Ir al contenido principal

Último testigo

Se acerca el final de año y con él, los buenos propósitos para el próximo. Así que en ello estamos. El blog ha cogido otro color, otra imagen, y además de la Rubia, la Morena, las chinchetas, el descapotable o las croquetas, cabe inaugurar una sección propia de Microrrelatos. Desde siempre he escrito pero no fue hasta el 2016 que me atreví a hacerlo con algo más de seriedad o rigurosidad y presentarme a concursos. Los Microrrelatos me han dado alegrías (reconocimiento) y otros no tanto, porque no han sido seleccionados, pero a mí me han aportado algo, en realidad, siempre lo hacen. Me llevan a terrenos desconocidos en los que me descubro cada vez un poquito más.

No podía dejar de iniciar la sección con el primer Microrrelato que llegó a finalista en el VI Micro Concurso de la Microbiblioteca. Fue en el mes de Octubre de 2016 y se titula "Último testigo". Nació a raíz de un ejercicio en el taller de Ginés Cutillas, y gustó.

Ver el texto en papel, publicado en el recopilatorio de la VI edición del concurso, fue esa primera alegría que me generó tal gusanillo en el estómago que desde entonces no he podido soltar el lápiz.

Espero que os guste.

"Último testigo

Era el último hombre de la tierra y alguien tocó a su puerta. Hola hermano, se escuchó del otro lado. El fin de la tierra está cerca, venimos a ofrecerte la salvación, concluyeron. Así que había más de uno, ¿qué debía hacer?. Decidió que no tenía nada que perder, ni a nadie, y abrió la puerta. Aquellas caras eran amables y con cuerpos totalmente humanos, muy guapos incluso. ¿Sois más?¿Hay mujeres?. Le hablaron de un nuevo mundo, casi como un paraíso. Era todo tan bonito que cedió en acompañarlos gustosamente. Lo acogieron como a un hermano más, lo vistieron con un traje muy elegante y le dieron un maletín, como el de ellos."


Comentarios

Entradas populares de este blog

Reflejo natural

  La madre, al ver su rostro, enfureció. Rompió todos los espejos del hospital y no dejó que nadie se acercara al bebé, evitando así que fuera fotografiado. Vendió el piso de Madrid y se fueron a vivir a un pueblo abandonado de Soria. El niño creció ajeno a todo y ella no hubo verano en el que no se arrepintiera de su desliz. Creía que estaban a salvo hasta que una mañana vio a Narciso acercarse por el sendero. En el momento en el que padre e hijo se vieron, cayeron perdidamente enamorados el uno del otro.   (detalle del cuadro ‘Eco y Narciso, de John William Waterhouse) Relato finalista de la IX edición de Relatos con Banda Sonora de La Ventana (cadena SER) y Escuela de Escritores. Banda sonora: Narciso , de Pipiolas  

Dentro del armario

       Cuando aquel agosto decidí limpiar el armario encontré a nuestra hija. Hacía tiempo que no sabíamos nada de ella, un día discutimos y se marchó de casa, o eso creímos. Recuperar la confianza nos iba a llevar un tiempo, por eso la dejamos ahí adentro. Cada mañana poníamos una bandeja en el suelo con comida y bebida. Y si necesitaba algo nos escribía una nota. Ha pasado un tiempo desde aquello y aún sigue ahí. Estas Navidades cenamos todos juntos dentro del armario, aunque hay algo que me preocupa y es que espero no manchar nada con las gambas.  (la imagen es de Google) Microrrelato finalista en la VIII edición de Relatos con Banda Sonora, organizado por la Cadena SER y la Escuela de Escritores.

Bollera

  Los viernes era el único día de la semana que tenía la tarde libre. Después de merendar y de hacer los deberes, me acercaba a ayudar a Yolanda en su panadería. Estaba justo enfrente de mi casa. Desde mi balcón podía verla. Me encantaba dar el cambio y llenar bolsas con medio quilo de harina, que cogía de un gran saco que tenía guardado en un pequeño cuarto. Yolanda no era muy joven. Tenía la edad de nuestras madres pero sin hijos. Ella siempre agradecía mis visitas y mi ayuda. Jamás me hizo sentir que entorpeciera sus quehaceres. Me encantaba el olor a pan recién hecho. Aún ahora ese olor me transporta a la infancia, al sosiego del fuego lento. Una tarde de viernes mi madre me dijo que no iba a ir más a ayudar a Yolanda. Me enfadé. No lo entendía. Le pregunté si es que ella le había dicho algo malo, ya que yo la consideraba mi amiga. En ese momento mi madre simplemente me dijo que me olvidara para siempre de Yolanda, que la gente hablaba. Cada vez que iba a comprar el pan me