Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2018

Último testigo

Se acerca el final de año y con él, los buenos propósitos para el próximo. Así que en ello estamos. El blog ha cogido otro color, otra imagen, y además de la Rubia, la Morena, las chinchetas, el descapotable o las croquetas, cabe inaugurar una sección propia de Microrrelatos. Desde siempre he escrito pero no fue hasta el 2016 que me atreví a hacerlo con algo más de seriedad o rigurosidad y presentarme a concursos. Los Microrrelatos me han dado alegrías (reconocimiento) y otros no tanto, porque no han sido seleccionados, pero a mí me han aportado algo, en realidad, siempre lo hacen. Me llevan a terrenos desconocidos en los que me descubro cada vez un poquito más. No podía dejar de iniciar la sección con el primer Microrrelato que llegó a finalista en el VI Micro Concurso de la Microbiblioteca . Fue en el mes de Octubre de 2016 y se titula "Último testigo". Nació a raíz de un ejercicio en el taller de Ginés Cutillas, y gustó. Ver el texto en papel, publicado en el recopila

Las chinchetas de las emociones

Dije que odiaba a mi jefe, ¿verdad? Pues he tenido la cena de empresa. Me dedico a la publicidad por vocación. De pequeña ya analizaba los diferentes anuncios de la televisión. Así que en Navidad es cuando más disfrutaba. Qué derroche de creatividad… mentira, en esa época era todo muy típico, pero soñaba con crecer y llegar a una gran agencia de publicidad y revolucionar la industria del juguete. No tuve dudas en estudiar la carrera, hice prácticas aquí y allá, viajé a Madrid, me especialicé aún más hasta entrar en una de las mejores agencias de Barcelona. Y me quedé embarazada. Y sí, me dejan las campañas de juguetes y temas relacionados con la maternidad, es que Sra. Garrido, usted es la persona ideal para hablar de ojeras y malas noches . Al principio me lo tomaba bastante mal, sobre todo porque cuando mi jefe, ese al que odio tanto,   me soltaba tal sandez, de la irritación, mis pezones chorreaban y pedían ser atendidos, imagino que mi hijo lloraba en la otra punta de la ci

El día en el que no conocí a Richard Gere

Mi amiga Mónica me llamó, supe al instante, por su voz y sus ganas de salir, que las cosas con Óscar habían mejorado, pero no le quise preguntar. Me dijo que podríamos ir a donde yo quisiera, que ella invitaba, así que me acordé de un lugar que un compañero de trabajo me recomendó. Eso sí, ella invitaba, yo conducía. El sitio realmente era espectacular, un aparcacoches uniformado nos indicó que él se encargaba, Mónica me miró con cara asustada y me recordó que ella invitaba a la copa, lo del coche era asunto mío. Sonreí y pensé que quizá el servicio de aparcacoches estaría incluido en el precio de la copa. Estábamos en pleno puerto olímpico de Barcelona, a pesar de ser sábado por la mañana no había mucha gente en el lugar. Disponía de una gran terraza sobre el propio mar y la brisa marina se me antojaba apetecible, así que desistimos la idea de sentarnos dentro, a pesar de ser ya octubre el calor se resistía a marchar. No fuimos las únicas en creerlo, alguien más estaba sentado un

Reto rojo carmesí

Cuando empieza el verano, o mejor dicho, cuando acaba el colegio, siempre pienso lo mismo, la de tardes de calor que nos esperan por delante de y a dónde vamos, qué hacemos ahora, tengo calor, tengo hambre… y de repente, septiembre. En enero hay propósitos de año nuevo, pero en julio hay de inicio de verano y en septiembre, el replanteo. No sé por qué motivo pero este verano me he dedicado a pintarme las uñas, así, sin más, ha sido mi propósito. El detonante fue algo tan sencillo como una conversación con una amiga en la que le confesé que no suelo pintarme las uñas, en Navidad, alguna fecha señalada, pero poco más, y las de los pies jamás en mi vida. Me pareció una tontería pero a la vez, ¿un reto? Algo absurdo, o algo simple, lo reconozco, pero se trataba de julio, verano, calor… mi neurona necesitaba no pensar en nada. Empecé por un color crudo casi carne que   mimetizaba mis uñas con mis dedos, la respuesta de mi amiga fue un muy bien, pero ahora necesitas pasar a un grado sup

Las croquetas no son para el verano

No sé en qué momento me dejé convencer. Mónica me llamó llorando, necesitaba hablar, lo habían dejado correr por enésima vez en…   ¿el último mes? Que aquella relación no tenía futuro era algo que sabía yo y el resto de la humanidad, menos Mónica. Siempre intentaba hablarle con tacto de Óscar, por suerte no tenéis hijos, vivís de alquiler, nada os ata… era decir esto último y escuchar como aumentaban sus sollozos, y a mí me recordaba a aquel anuncio de pizzas en el que un padre intenta consolar a una hija a la que acaba de dejar el novio, y él le dice algo así como qué jersey más bonito llevas… claro papá, me lo regaló éeeeeeel. En fin. Tenía tanto calor que pensé que no estaría mal sumarme a algún plan con Mónica, distraerla, así que le dije que podríamos hacer lo que ella quisiera, su respuesta fue: “Quiero ir al curso de croquetas gourmet que da el Chef Rober en su Escuela-Taller”. Mi cara de impacto hubiera traspasado el hilo telefónico, es Agosto, hace calor y Mónica quier

Chinchetas en el techo.

Odio los lunes, pero sobre todo, O D I O a mi jefe, así, en alto, con todas sus letras. Este último embarazo le ha sentado fatal, bueno, a decir verdad, a mí también, no contaba con ello, con dos tenía suficiente. Pero es lo que hay, creía que tenía una especie de menopausia precoz (vale, aún soy joven, bueno, para eso sí) y lo que tenía era una falta como una catedral. A Jaime no sabía cómo contárselo, al final pensé que lo mejor sería hacerlo en un entorno cómodo, relajado, le pedí a mi hermana que se quedara con los niños el sábado a dormir   (quién sabe cuándo podría volver a repetir semejante hazaña). Así que reservé mesa en un restaurante de esos que buscas en Internet como romántico, tranquilo, íntimo… ¿y en qué momento se lo iba a decir? “Oh sí gracias, yo me pediré una ensalada tibia de setas y de segundo un bacalao con base espumosa al pil pil, ah, y de beber   agua…” ¿AGUA? No, mal, no iba a poder tomar agua en una cena romántica, así que pedí vino y con eso de que era

Pretty Woman.

Hace un día fantástico, sol, buena temperatura. Cojo el descapotable y me voy a dar una vuelta, donde sea, pero con la capota bajada. Llamo a unos amigos y nos decidimos por una paella para tres en el paseo marítimo. He escogido un vestido veraniego, a topos, que me recuerda a aquel de Julia Roberts en “Pretty Woman”, y es que las modas vuelven. Me gusta ir femenina cuando me apetece y me gusta ponerme la ropa más vieja y desgastada cuando quiero estar cómoda. Pero hoy toca estrenar mes de Junio, o despedir mes de Mayo, la cuestión es que siempre algo que acaba da paso a algo que inicia su camino. Y todo esto me lleva a recordar otra película de la Roberts, creo que fue en “La Boda de mi Mejor Amigo” donde ella está hundida, llorando en el pasillo de un hotel (no voy a decir el motivo, por aquello de no hacer spoiler) y el trabajador del hotel (mira que siempre en las películas de la Roberts hay uno que conecta con ella, o un camarero) que la ve, se para y acerca a ella para acabar d

Orígenes

La Rubia nació de un semáforo, bueno no, nació de su madre y de su padre, pero para mí no, porque ella llegó a mi vida montada en un descapotable, vintage, con matrícula de dos letras pero mucho glamour, del de barrio, del que podemos llegar a envidiar, porque el otro está demasiado alto para ser alcanzado (y eso que ahí ando con mi primitiva semanal, que soñar es gratis e intentarlo sólo cuesta 1 euro). Y es que las comparaciones son odiosas, pero inevitables, cuando paras en un semáforo, hace calor, miras de reojo por el retrovisor y recuerdas que tienes tus canas por cubrir, que te resistes a hacerte mechas porque no quieres dejar de ser morena. Y mientras piensas en el tinte de supermercado tono 5 o tono 5.3 (aún y corriendo el riesgo de no cubrirlas) te percatas del coche descapotable que está justo detrás de ti, y de una rubia que va al volante, que aunque también vaya con gafas de sol sabes de sobras que es más joven. Y es que estoy en esa edad en la que cuando vas al médico y